miércoles, 28 de noviembre de 2012
sábado, 3 de noviembre de 2012
La Cooperación Española en salud: entre el recorte y la incoherencia política
El objetivo último de la cooperación al desarrollo, su
esencia al fin, es acabar con la pobreza, no entendida únicamente como precariedad
económica sino como la ausencia de derechos, oportunidades y capacidades de las
personas. Mientras eso sucede y para que ocurra pretende también contribuir a que
se cuente con los pobres en aquéllas instancias en que se toman decisiones que
tienen que ver con ellos. Esto es así donde quiera que se desplieguen estas
políticas y cualquiera que sea la naturaleza de las actividades que, en pos de
ellas, se pongan en marcha: agricultura, educación, infraestructuras, financiación
o salud.
Existe un consenso general en el sentido de que la salud es
la llave del desarrollo. La mala salud muchas veces es fruto de la pobreza,
de la misma forma que ésta lo es de la mala salud. Romper este vínculo terrible
estableciendo las condiciones para mejorar la salud de la población, en
especial la de aquélla más vulnerable, es uno de las grandes desafíos de la cooperación
en su anhelo por fomentar el desarrollo humano sostenible. Lo cierto es que la
salud mundial, considerada globalmente, ha mejorado extraordinariamente en los
últimos 35 años. Este éxito es debido, en gran parte, a la cooperación
internacional y a su estrategia de promover, hasta la década de los 90 y en
estos últimos años, las funciones básicas de la Atención Primaria de Salud, tal
y como se concibieron en la histórica conferencia de Alma Ata (1978), en
especial las vacunaciones, el acceso de la población al agua potable y la puesta en marcha de programas de Salud
Materno-Infantil (control de la mujer durante el embarazo, parto y post-parto y
de niños y niñas en sus primeros años). A pesar de esto las desigualdades
mundiales en salud son, al igual que las internas dentro de los países, además
de injustas, intolerables: el 53% de las personas que viven con VIH en países
de renta baja no tienen acceso al tratamiento, 29.000 niños y niñas menores de
cinco años mueren cada día por una enfermedad prevenible y curable, más de 300.000
mujeres fallecen al año por las complicaciones derivadas de su afán de traer
hijos al mundo y unos mil millones de personas no tienen acceso a los servicios
sanitarios que precisan cuando los necesitan.
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