En el espacio televisivo de la Sexta “El objetivo” del
pasado domingo 30 de septiembre, se habló de los recientes resultados que sobre
intención electoral ha presentado el CIS en su último barómetro. En ese
programa se anunció que este centro a partir de ahora informaría solo de la
intención de voto directo declarado que manifiestan las personas encuestadas y
no de las estimaciones que del mismo se deducen en las personas que no reconocen
directamente si piensan ir a votar o a qué partido lo harán.
Estas estimaciones que se hacen a partir de cierto modelo predictivo
de dudoso rigor, escasa validez y desconocida actualización, imputa una
elección concreta a la persona encuestada que no declara su intención directa de
voto y se basa en deducirlo a partir del recuerdo que manifiesta de lo que votó
la última vez o, si no lo recuerda, de hacia quiénes muestra simpatía, aunque
no haya decidido apoyarles con su voto. Las previsiones finales de resultados se
fijan sumando a la intención directa de voto declarado a cada partido esta otra
deducción, por lo que se ve, poco consistente. Es lo que se conoce como “cocina”
de la encuesta, de forma errónea, pues la “cocina” a la que modestamente sometemos
a veces a los resultados de nuestras encuestas se trata de algo mucho más serio
y científico.
Cocinamos nuestros datos cuando en lugar de contar que menos
de la mitad de los encuestados, por ejemplo, cree que la asistencia sanitaria
pública ha mejorado en Madrid en los últimos años, explicamos que la mayoría de
los madrileños considera que no lo ha hecho. ¿Tendencioso?, pudiera ser, pero
serio, riguroso e intachable. Y sin engañar a nadie. Pero adjudicar el voto a
una opción electoral a una persona que no lo ha decidido simplemente porque una
vez lo hizo es, además de negarle a la gente la posibilidad de rectificar,
inventarse mucho más de lo que la ciencia y el sentido común aconsejan. De ahí
a mostrar unos previstos resultados electorales como le gustaría que fueran al que
encarga o hace la encuesta y no como la gente opina, hay solo un paso. A eso se
le llama manipular y se hace con toda intención y descaro porque las previsiones
electorales han pasado a ser un elemento más de la lucha electoral que modula y
modifica la intención de voto real de la gente.
El genial Forges |
Y eso sin contar el común error de generalizar las previsiones
al conjunto del cuerpo electoral a partir de muestras mal seleccionadas y
escasas, como si la incertidumbre atribuible al método de muestreo o al volumen
de la muestra fueran excentricidades de los investigadores o cuestiones que no merece
la pena tomar en consideración. Con esos juncos no se pueden hacer buenos cestos.
O al menos que resistan. Y por no hacerlo, no soportan ni los propios resultados
de la noche electoral. Y al fin, cuando por la cocina intencionadamente manipuladora
(sesgo de información), la metodología incorrecta en la recolección de la
muestra (sesgo de selección) o la falta de consideración a los intervalos de confianza
con que la ciencia exige acotar la inseguridad de un valor obtenido de esta
manera a la hora de inferirlo a la población de la que procede, es cuando los popes
de la sociología y los gurús de las empresas de opinión se despachan señalando
a los votantes como responsables últimos del error cometido: no hay duda, la
gente vota lo que le da la gana y no lo que le señalan las encuestas.
En el programa televisivo citado se criticó duramente la
decisión del nuevo equipo directivo del CIS de eliminar a partir de ahora la
cocina y mostrar sólo los datos de intención directa y reconocida de voto. Como
una muestra indeleble de la nueva manipulación que se quiere imponer desde el
organismo público, por ignorancia o por mala fe, se denostó una iniciativa que
solo puede mejorar el conocimiento de la opinión electoral de los ciudadanos,
haciéndolo más aséptico, riguroso y serio.
Para remarcar la supuesta incongruencia de los
nuevos gestores se mostró una entrevista a José Blanco de hace unos años,
cuando el PSOE estaba en la oposición y el CIS lo dirigía alguien tan “inocuo” como
un hermano del ministro Montoro, en la que el dirigente gallego criticaba los
resultados de una encuesta del CIS sobre intención electoral porque los fogones
de la cocina a la que habían sometido a los resultados “brutos”, los hacían
casi irreconocibles. Salieron muy chamuscados aunque, eso sí, arregladitos para
confundir a la gente en función a los objetivos hegemónicos del PP. Nada que ver esto con aquello, creo yo, señora
Pastor: aquello era cocina manipuladora de la buena, esto de ahora es un
intento de eliminarla. A ver si lo consiguen, porque esos trabajos los pagamos todos.
Pintó un gran humorista gráfico una viñeta en la que dos personas hablaban, y una le decía a la otra: "Bueno, pues si las estadísticas no mienten...", a lo que la otra contestaba; "Mienten", y la primera, con rictus de desilusión, apostillaba:"Pues entonces, nada"".
Pues eso.
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