miércoles, 30 de junio de 2004

La solidaridad internacional: una tarea de la izquierda



Lo que se dio en llamar el internacionalismo proletario fue, y aún es en este maremágnum en que se ha convertido el mundo actual, uno de los rasgos más significativos de la izquierda como movimiento internacional. Articulado alrededor de lo que se denominó la Solidaridad Internacional , los países donde triunfó el socialismo real, en plena guerra fría, fueron los que lo practicaron con especial ahínco y con notables y controvertidos resultados. Dentro del área socialista, el apoyo a los hermanos en dificultades siempre se presentó como el fruto lógico de un compromiso entre pares asumido de manera normal, aunque muchos datos dieran idea de que, en realidad, algunos pequeños asumían la representación de otros, más grandes, que por prudencia y conveniencia política no debían aparecer en la primera fila del tablero en el que se había convertido el mundo. Así por ejemplo, en aquellos años, Cuba representó muy bien los intereses geoestratégicos de la extinta Unión Soviética en Angola, a cambio de preferentes relaciones económicas y de la asunción de todas las responsabilidades y privilegios que iban implícitas en el hecho de convertirse en el auténtico bastión socialista a pocas millas de los Estados Unidos.

Las resistencia contra la criminales dictaduras latinoamericanas (del Sur y del Centro) alentadas sin recato por Estados Unidos, y el papel destacado que algunos movimientos izquierdistas adoptaron en defensa de los más elementales Derechos Humanos en aquella parte del mundo, imprimió de un halo mítico a los movimientos revolucionarios latinoamericanos -quién puede olvidarse del Ernesto Che Guevara, cuya vida y obra han encandilado a millones de personas de varias generaciones casi tanto como su afiche - y sirvió para reafirmar en todo el mundo los principios de la izquierda, contribuyendo al reconocimiento de aquellos movimientos y a la identificación de los partidos progresistas con los más elementales valores de la justicia.

En el último decenio, y muy especialmente tras la instauración del nuevo orden implantado en el mundo después la caída del muro de Berlín, y en paralelo al hecho de que algunos partidos de la izquierda hayan alcanzado el poder en Europa y en América Latina como resultado de la alternancia que confiere el juego democrático, la ilusión de muchos ha dejado paso a una amarga sensación de frustración mezclada con otra más insoportable de que el amaestramiento haya podido ser el rasgo más destacable del paso de los progresistas (socialdemócratas, al fin, por estos pagos) por el poder. No sólo, aunque también, por la claudicación en los planteamientos económicos y en las políticas hacia dentro en que se ha caído, sino también, y de manera mucho más llamativa, por la abdicación evidente de los principios del original internacionalismo en que siempre se han inspirado. Proletarios de todos los países, son ahora sólo proletarios de un país concreto si interesa, cuando no, simplemente, clases acomodadas de nuestro mundo rico, que es hacia dónde se trabaja con más ahínco porque son quienes dan o quitan los votos. Del hombre nuevo mejor no hablemos porque avanzamos hacia otros escenarios más realistas.

Lo cierto es que la pérdida de identidad de la izquierda y la consecuente apatía que con demasiada frecuencia presentan sus votantes naturales se puede relacionar con claridad con esa renuncia, siempre equivocada y casi siempre innecesaria, a los compromisos debidos con las clases populares de los países pobres. Esa imposibilidad real que la izquierda demuestra para despegarse de los planteamientos del liberalismo clásico, de la derecha en suma, hace que no se puedan deslindar claramente las políticas que finalmente desarrolla de los grandes temas donde radica el desequilibrio y la desigualdad en el mundo (los ajustes estructurales que imponen las entidades financieras multilaterales, las políticas de inmigración, etc) resultando entonces demasiado evidente el divorcio entre estas políticas reales ( la real politic ) y el discurso que aún se conserva, casi como una muletilla verbal o como un recurso dialéctico más, de la justicia y la igualdad.

Ahora y de manera clara lo que queda de aquellos planteamientos de la izquierda global es tan sólo la solidaridad interna, la nacional, muy pegada a los objetivos e intereses de la clases trabajadoras y las clases medias locales que, en este sistema de globalización de la economía, resultan incompatibles, cuando no abiertamente antagónicos, con los intereses de las clases trabajadoras de otros países, en especial de los más pobres. Un buen ejemplo de esto es lo que esta ocurriendo actualmente con las demandas y presiones de los agriculturas dentro de la Unión europea y la respuesta gubernamental de políticas porteccionistas en las fronteras y de subvenciones para que los productos agrícolas y sus excedentes se conviertan en productos competitivos , lo que supone dejar fuera de juego a los productos de los paises pobres ya que para muchos de ellos la agricultura es una de las más importante fuentes productivas, y sus recursos en divisas y el crecimiento dependen esencialmente del comercio de sus productos agrícolas. Esta política que podría considerarse progresista vista desde el Norte es insolidaria e injusta para los ciudadanos de los países del Sur. Pues estas políticas lleva a millones de personas al subdesarrollo , a la malnutrición y en casos a la muerte por causa del hambre.

Sólo en algunos momentos, y si nos circunscribimos estrictamente a Europa, de clara predominancia de la ola conservadora, la izquierda parece buscar sus orígenes, mirando en los baúles del trastero ideológico, hasta encontrar otra vez una bandera que parezca la de la solidaridad internacional, aunque esté algo apolillada y bastante descolorida. La recuperación de la credibilidad y de la fuerza debe pasar, por tanto, por un apoyo sincero a los movimientos sociales de vanguardia, pero no simplemente cuando se está en la oposición y todo puede valer si el fin es desgastar al contrario, sino también, y sobre todo, cuando se ejerce el poder desde el gobierno.

Es necesario asumir que en los últimos diez años las políticas de la izquierda desarrolladas desde el poder han resultado demasiado conservadoras. Lo que ocurre en Europa con las ya mencionadas políticas de las subvenciones agrícolas o con la directiva Bolkestein sobre el tránsito de trabajadores comunitarios así lo atestiguan. Esta falta de compromiso real contra las políticas neoliberales y las actuales políticas economicas en el contexto de la globalización ha hecho resurgir movimientos como el altermundista donde se expresan los valores de la izquierda, esto requiere una gran reflexión y preguntarnos por que los partidos de la izquierda han dejado sus valores de solidaridad y justicia , y sin embargo la sociedad está reaccionando creando sus propias estructuras y convirtiéndose en una verdadera vanguardia de la propia izquierda a nivel internacional.

Una tarea urgente de la izquierda deberia de ser buscar la convergencia entre estos movimientos y sus propios partidos y establecer un dialogo para volver a reencontrarse con cuestiones ideológicas demasiado aparcadas por otros planteamientos como son la cooperación internacional y el 0,7 , la condonación de la deuda externa, etc. La izquierda debe de reconocer el potencial de estos movimientos para generar conciencia social y tambien que la lucha contra las desigualdades que implica una justa de redistribución de la riqueza, una política dir4igida a restaurar el equilibrio comercial entre el Norte y el Sur y el respeto de los derechos de ciudadania para todos los habitantes del planeta son objetivos inalcanzables sin políticas públicas respaldadas por gobiernos.

La izquierda debe plantearse alternativas a la globalización y no quedarse sólo en planteamientos de que hay que asumir lo inevitable porque "no se puede hacer nada",planteando una alternativa a la globalización neoliberal. Debe de incluir en su agenda una solución de la deuda externa de los países más pobres , pero esto debe realizarse con políticas transparentes y sin intereses espurios. La lucha decidida contra los paraísos fiscales aunque se produzca en paises desarrollados como el caso de Suiza que solo benefician a corruptos y dictadores, por ejemplo, son áreas en las que es posible avanzar desde la izquierda y volver a granjearse el reconocimiento de la mayoría de la ciudadanía. Políticas auténticamente transformadoras de la realidad, con fortalecimiento de las medidas medioambientales y educación del consumo y del desarrollo de los derechos humanos, planteamientos realistas y también solidarios ante situaciones de gran complejidad que afectan a las clases trabajadoras como la deslocalización de las empresas, la lucha por sistemas de salud universales, la lucha contra el hambre y de necesidades básicas como el agua potable , saneamiento y de energia así como una relación comercial justa en el mundo, que incluye la transformación de la OMC deben de ser una de las tareas de la izquierda en este nuevo milenium. También una apuesta determinada por la diplomacia preventiva ante los conflictos transparente y sin intereses geopolíticos , el fortalecimiento del derecho internacional y de los acuerdos medio-ambientales , son otras areas que la izquierda debe desarrollar para avanzar en sus objetivos de solidaridad y justicia para todos.


por José Manuel Díaz Olalla
(Publicado en la Revista "Temas para el Debate", nº 121, Diciembre 2004)
(Imágenes tomadas, por este orden, del sitio web "bambino blogia" y del sitio web "el canillita, de la asociación de chilenos residentes en Ginebra")