viernes, 5 de febrero de 2010

Esperanza de vida y esperanza de pensión

Estamos asistiendo estos días, a raíz de la polémica y anunciada intención del Gobierno de prolongar la vida laboral activa hasta los 67 años, a una formulación de opiniones e interpretaciones de un indicador de mortalidad, la Esperanza de Vida, tan plagadas de inexactitudes que, lejos de explicar la naturaleza real de los problemas, los enturbian aún más y confunden de manera extraordinaria a la opinión pública.

Se argumenta que es preciso hacerlo porque en la actualidad la población española alcanza un promedio de años de vida de más de 80 años (80,9 para el conjunto de nuestra población en el último año disponible, el 2007) (1), y que de seguir a este ritmo de crecimiento de la expectativa vital el sistema de pensiones (léase la relación existente entre los que aportan a la seguridad social y los que consumen esas aportaciones) se haría inviable.

La Esperanza de Vida es un indicador complejo de la mortalidad de una población calculado a partir de los riesgos de fallecer a cada edad en un momento dado mediante un modelo aritmético de esos mismos riesgos. Es el mejor indicador de mortalidad que existe por lo que refleja de manera muy acertada el nivel de salud de una población, delatando de forma fiel las condiciones de vida de las personas que conforman esa comunidad. Su cálculo se basa en una hipótesis de partida, como es la de que esa población teórica (cohorte) a la que se “observa” durante su trayecto vital va a estar sometida a los mismos riesgos de morir que tiene la población de la que procede en cada edad de la vida y en el momento dado. Es decir que cuando se está hablando, como se hace ahora, de la Esperanza de Vida de la población española dando el dato del año 2007, en realidad se refieren a la expectativa vital que tendrían los nacidos en nuestro país durante ese año si durante toda su vida mantuvieran la misma probabilidad de morir a cada edad que la población española real en ese mismo periodo, información que procede de las tasas de mortalidad ya disponibles en las estadísticas oficiales. Como se ve es una mera, aunque importantísima, elaboración teórica ya que lo normal es que salvo catástrofe imprevista (como ocurre en algunos países por efecto de la pandemia de VIH/SIDA), los riesgos de morir a todas las edades se reduzcan año tras año y esta eventualidad no la contempla el cálculo del indicador.

Por ello cuando se afirma que la Esperanza de Vida ahora es de más de 80 años, se olvida que esa es la que previsible e hipotéticamente aspiran a vivir, de media, los españoles que hayan nacido en el año 2007 y no la de las personas que, en la actualidad, tenemos más edad. En realidad y continuando con este planteamiento, cada uno tendremos la media de Esperanza de Vida existente en nuestro país en el año en que nacimos. Bien es cierto que, incluso en su parte teórica, en la medida en que vamos cumpliendo años mejoramos la expectativa vital de que partíamos en relación al momento de nuestro nacimiento, pero siempre es mucho más corta que la existente en la actualidad para quienes nacen ahora. Según las tablas de vida históricas podemos decir que quienes nacieron en 1945 en España tenían una Esperanza de Vida al Nacer de 55 años. Como quiera que son los que deberían jubilarse este año, si alcanzaron la edad de jubilación lo hicieron porque otros “se fueron quedando por el camino” a edades más tempranas y por ello los supervivientes de esa generación han ido mejorado su expectativa teórica. Según el procedimiento en el que se basa esta elaboración ahora les quedarían unos 11 años de vida de promedio, y no 15 como se empeñan en decir, mientras que previsiblemente los que nazcan en 2010, cuando lleguen a los 65 años tendrán por delante, también como promedio, más de 20 años adicionales de vida.

En realidad estos incrementos de la edad a la que previsiblemente podríamos morir no significan tanto que existan personas más longevas, sino más certeramente que hemos disminuido de manera muy notable la mortalidad de niños y jóvenes en los últimos decenios. De hecho los grandes avances registrados en esta perspectiva vital de la que hablamos en nuestro país durante gran parte del siglo XX se deben directamente a este efecto y, las últimas, más lentas, a las mejoras en las condiciones de vida y de atención sanitaria de toda la población.

Ello se deduce de observar el progreso humano mediante las series cronológicas de este indicador. A través de ellas es posible constatar que la Esperanza de Vida al Nacer en la Edad de Bronce era tan sólo de 18 años, alcanzando en la Antigua Roma unos muy discretos 28 años. El impacto del progreso en las condiciones de vida que se han registrado durante la época moderna, en especial desde la revolución industrial en los países desarrollados, se evidencia al comprobar que en España a comienzos del siglo XX esta expectativa estaba entre los 30 y los 45 años, alcanzando en poco más de un siglo los 80 actuales.

Pero hay más elementos de interés en este pretendido debate salubrista y económico que agita la vida pública en las últimas semanas. Se obvia también un factor determinante como es el de las limitaciones clásicas de observar la realidad en términos de promedios sin detenernos a analizar la de quienes, por diferentes motivos, se alejan de esa cifra central. Me refiero al hecho conocido de que nuestro país es uno de los que mantiene niveles más importantes de desigualdades en la salud entre diferentes grupos sociales de toda la Unión Europea. Si hablamos siempre de promedios no somos capaces de visualizar el hecho de que en España esa Esperanza de Vida es 10 años mayor para el decil más pudiente de la población que para el más desfavorecido (2). En el Estudio de Salud de la Ciudad de Madrid 2006 (3) ya se apreciaban las diferencias en las perspectivas reales de vida de la población entre los distintos distritos de la ciudad, como modelo de este amplio abanico de realidades que se concentran en un gran núcleo urbano. Trasladando la evidencia a términos de sostenibilidad del sistema de pensiones podemos entender que ahora y en el futuro la población más desfavorecida va a aportar más proporcionalmente en relación a lo que va a obtener en términos de tiempo real ya que contribuirán el mismo número de años y podrán gozar del fruto de su esfuerzo muchos menos.

Pero de todos los argumentos que se sacan a relucir en relación a este debate el más ignorado aunque, a mi modo de ver, uno de los que mejor explican el auténtico alcance, en términos de bienestar, de la anunciada prolongación de la vida laboral es el que define otro importante indicador de la salud y, por tanto, de las condiciones de vida de la gente: la Esperanza de Vida en Buena Salud. Se trata de una elaboración de la propia Esperanza de Vida al Nacer por la que se corrige la información introduciendo un concepto cualitativo: cuántos años del total de la vida se vivirán en buenas condiciones de salud, por lo tanto y de forma razonable, sin limitaciones, enfermedades o discapacidad. En nuestro estudio de Madrid se recogió por vez primera que, aunque la perspectiva de vida entre hombres y mujeres es muy distinta, la de los años que vivirán en buenas condiciones de salud es aproximadamente la misma: 63 años. En datos más recientes se confirma esa adelantada tendencia: 63, 7 años en hombres y 63,3 años en mujeres en nuestro país para 2006 según la Comisión Europea (4). Pasarán por ello las mujeres españolas que nacieron en los últimos años más del 25% de su vida en situación de mala salud y los hombres casi un 17% de la misma. Lo más llamativo es, por tanto, que al cumplir la edad actual de jubilación una mayoría de supervivientes, los que resisten de esa generación sobre la que se ha hecho el cálculo, estarán enfermos, discapacitados o, simplemente, vivirán con una situación de salud precaria. Si, además, ahora se concluye que deben seguir trabajando 2 años más en tales condiciones tendremos que plantearnos si, definitivamente, los avances sanitarios, las mejoras en las condiciones de vida y trabajo, el desarrollo y el progreso traían acarreado necesariamente un retroceso en bienestar semejante. Para la generación que ahora alcanza la anhelada edad del retiro es previsible que la situación sea aún peor ya que, según esos mismos datos de los que hablamos, una gran mayoría sufre en algún grado padecimientos y limitaciones físicas y psíquicas porque ha estado sometida a riesgos para su salud de forma mucho más intensa que los que tendrán que soportar los españoles que llegan ahora al mundo y para los que se han calculado las cifras señaladas.

José Manuel Díaz Olalla
(Publicado en el Blog de Madrid Salud, el 5 de febrero de 2010)
Ir a ese blog haciendo clik aquí


(1) INE, “Tablas de mortalidad de España, 2009”, disponible en www.ine.es
(2) SESPAS, “Lograr equidad en salud”, 2000, disponible en http://www.sespas.es/informe2000/d1_01.pdf 
(3) Instituto de Salud Pública, Madrid Salud, Ayuntamiento de Madrid, Estudio de Salud de la Ciudad de Madrid, disponible en: http://www.madridsalud.es/publicaciones/publicacionesMS.php
(4) Comisión Europea, Dirección General de Salud y Consumo (DG SANCO) “Encuesta de Salud Europea” ; disponible en: http://ec.europa.eu/health/ph_information/indicators/lifeyears_es.htm