sábado, 25 de septiembre de 2021

Pilar Estébanez, in memoriam

 


 

Se nos ha ido Pilar. Casi como un soplo, mucho más pronto de lo previsible, de lo deseable, de lo justo, mucho más temprano que tarde, sin darnos cuenta. En menos de un año una dura enfermedad, la que ella más temía, minó sus fuerzas hasta dejarla exhausta, aunque nada pudo con su mente ni con su infatigable espíritu.

Pocas veces me he enfrentado como ahora al terrible reto del papel en blanco que exige pocas palabras y muchos sentimientos, pero lo asumo en la certeza de que es un propósito vano cuyo resultado será insatisfactorio tanto para mí como para ustedes, tal es el tamaño del desafío. Me mueve a hacerlo no solo el inmenso cariño y la admiración que le tengo, sino el haber compartido en los últimos treinta años una gran parte de sus trabajos, sus alegrías infinitas, sus escasas tristezas, sus rotundos éxitos y, por qué no, también sus irrelevantes fracasos si es que los hubo, el enorme caudal de su familia y su amistades, todas las ventanas al mundo que abrió para mí y para muchas personas, su manera de entender la vida, su maravilloso caos controlado en el que todo funcionaba a la perfección, sus sueños y sus anhelos.

Conocí a Pilar a principios de los 90 en las oficinas de Médicos del Mundo de la Calle Caracas de Madrid, de la mano de Maxi Esteban. Había oído hablar de ella y del gran trabajo que desarrollaba en el Centro Municipal de Salud del distrito Centro de esta ciudad en la prevención del VIH/SIDA en personas que ejercían la prostitución. Desde entonces iniciamos una colaboración que hemos mantenido en los distintos y variados proyectos que ha emprendido, desde Médicos del Mundo hasta la creación y el desarrollo de la Sociedad Española de Medicina Humanitaria (SEMHU), su último gran proyecto asociativo, pasando por el Máster de Medicina Humanitaria, además de compartir la escritura de algunos artículos y libros y participar en las decenas de cursos y jornadas que ha llevado a buen fin. Tuve la suerte de viajar por el mundo con ella (Líbano, Honduras, África) y aprender en el terreno la esencia de la Medicina Humanitaria que ella iba configurando en cada proyecto, así como de compartir su vocación por la cooperación internacional en todas sus facetas, admirando en cada experiencia su decidida entrega a las poblaciones más vulnerables y la lucha por su derecho a la salud.

Pilar ha sido una figura imprescindible del movimiento asociativo de España en los últimos 30 años, hasta el punto de que resulta difícil entenderlo sin su presencia. Inabarcable y persuasiva, tan difícil resultaba decirle que no a una propuesta de trabajo como acertar si apostabas a que no iba a conseguir lo que se proponía, por descabellado que pareciera. Tantos y tan variados eran sus intereses personales y profesionales que en las inolvidables veladas de cumpleaños en su casa de Manuela Malasaña lo mismo te encontrabas a lo más granado que queda de la movida madrileña, de la que fue pieza imprescindible junto a su compañero Moncho, a políticos en activo y en pasivo, a sus compas de La Comuna y de la lucha  clandestina, a su gente de Formentera, a la del barrio, a la de Médicos del Mundo y, en general, a miembros de la variada fauna que compone el mundo de la acción humanitaria y de las ONG’s, a brillantes egresados de la London School, que a lo más popular de la sociedad palentina. Todos en franca camaradería y aún más perfecta armonía, disfrutando de su regalo y, a veces, de sus performances si Paco Esquivias se lanzaba al escenario guitarra en mano. 

Pilar era un volcán en erupción, un torbellino tan imposible de domar como de seguirle el ritmo, una fuente inagotable de información seleccionada, una lectora incansable, un portento. En los últimos años participé con ella, también, en las reuniones del consejo de redacción de la revista Temas para el Debate, del que formamos parte, en las que siempre sacaba a relucir la perspectiva más humanitaria de los temas que componen la agenda nacional e internacional.  Amiga de sus amigos, fiel y honesta a carta cabal, generosa hasta en los pequeños detalles, durante mi última visita pude admirar su entereza mientras teníamos tiempo de recordar, de las anécdotas vividas, las más celebradas, que me comprometí a recoger en algún escrito antes de que la desmemoria o el saco roto las aparten para siempre del conocimiento colectivo.

Hay que destacar la enorme lección que nos ha dado también al afrontar su final, su capacidad de aceptación y el ánimo que insuflaba a los que la han rodeado en estas tristes últimas semanas, en especial a sus hermanos, sus hijas Maria y Ana, sus nietas, Laia y Mía y su inseparable amiga Fufa. Todos ellos, junto a la incontable nómina de amigos y amigas, afrontamos la triste noticia de su partida, pero nos sentimos afortunados por haber formado parte de su vida y por poder dar continuidad ahora al legado de su obra en la medida de nuestras fuerzas, mucho más menguadas que las suyas, tal y como hubiera querido.

Porque Pilar siempre estará en nuestro recuerdo y en nuestro corazón.

Que la tierra le sea leve.


Manolo



 

 

domingo, 4 de abril de 2021

El desafortunado viaje de la señora ministra

González Laya en Colombia con niños venezolanos (Europa press)


Recientemente hemos conocido que la ministra española de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación (MAUC), Arantxa González Laya, realizó un viaje de trabajo a Colombia en el transcurso del cuál visitó la ciudad de Cúcuta, en la frontera con Venezuela, con el fin de “conocer la realidad de los migrantes venezolanos”. El interés por ese conocimiento se justifica, entre otras cosas de las que hablaremos a continuación, porque España “aporta ayuda humanitaria para prevenir la COVID-19 en las personas refugiadas y migrantes venezolanas” (la cursiva es mía), siendo esta una iniciativa de calado, nada coyuntural ni al ritmo que marca la pandemia, sino que antes de la COVID-19, nos aseguran, España se puso “al frente de las donaciones para atender a los migrantes venezolanos” (noticia de octubre de 2019).

Nada que decir de tan loable interés si no fuera porque la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) insiste en incluir los fondos que destina a tal fin y que CáritasAcción contra el Hambre y Cruz Roja Española ejecutan en el terreno, entre los exiguos recursos que dedica a la Ayuda Humanitaria (62 millones de € en 2019, el 6,5% de la Ayuda Oficial al Desarrollo -AOD- bilateral y el 2,35% de la ayuda neta total), lo que decididamente no es, por mucho que los pongan bajo la gestión de la devaluada Oficina de Acción Humanitaria y a pesar de que la nota de prensa en que se anuncia incluya en el párrafo final: “La Oficina de Acción Humanitaria de la AECID se encarga de la gestión y ejecución de la acción humanitaria oficial de España, en base a los principios humanitarios de humanidad, imparcialidad, neutralidad e independencia”.

Y aquí está el quid de la cuestión, en los principios humanitarios y especialmente en el de la independencia que al final se señala y del que no puede estar más lejos el MAUC y su agencia de cooperación en esta actuación. No toda la ayuda que prestan los gobiernos es ayuda humanitaria. De hecho, la mayor parte, como se ha dicho, no lo es, sino que suele tratarse de distintas formas de asistencia sobre cuya finalidad donantes y receptores tienen intereses que van más allá del objetivo inmediato que se anuncia. Y cuando no son las necesidades básicas de la población afectada por un evento catastrófico, sea terremoto, guerra, pandemia o crisis económica, lo que mueve al donante, o cuando éste se puede identificar con claridad como causante o contribuyente al mal que pretende aliviar, la ayuda no puede ser considerada “humanitaria”.

Como es conocido, España, al igual que Europa, carece en la práctica de política exterior propia, estando supeditada de forma habitual a los intereses, designios y directrices de EEUU. Entre las cualidades que adornan al actual responsable de la política exterior de la UE, José Borrell, antecesor de la Sra. González Laya en el MAUC, destaca la sinceridad. Quizás no sea una gran virtud para un diplomático, pero a los ciudadanos de a pie nos ayuda a entender algo mejor las relaciones internacionales. El Sr. Borrell no ocultó ni un detalle en su momento sobre cómo el reconocimiento de España a Guaidó, la persona elegida por Trump para presidir Venezuela, se precipitó por las presiones del embajador de EEUU en España, ni que, en la actualidad, para conocer qué rumbo van a tomar las relaciones de Europa con aquél país latinoamericano tengamos que esperar a que (textual) “Biden fije posición”. Por ello España y Europa se suman con decisión a toda la batería de sanciones que impone el gigante del Norte y que, sin duda, está en la base de la penuria que atraviesa la población venezolana, provocando su éxodo hacia países limítrofes, como Colombia, en busca de alivio a su precaria situación. España, por tanto, contribuyendo a crear el problema y, luego, acudiendo presto a socorrer a las víctimas. Como aquél piadoso noble de la fábula de Iriarte, tan explotador como generoso, del que escribió con motivo de la inauguración de una casa de salud para indigentes que el sátrapa construyó:

«El señor don Juan de Robres,
con caridad sin igual,
hizo este santo hospital…
y también hizo los pobres.»

domingo, 19 de mayo de 2019

Falacias mediáticas

Mednizábal y Évole. Fuente: ecoteuve

Hace unos días, en el magazin de la cadena española de televisión La Sexta llamado Más vale tarde, asistimos a uno de esos episodios de surrealismo periodístico que con tanta y tan lamentable frecuencia nos regalan los medios nacionales. Se hablaba de las declaraciones de Pablo Iglesias sobre el funcionamiento de las cloacas del Estado y cómo los medios de comunicación masivamente difundieron todo tipo de patrañas inventadas con el fin de perjudicar a Podemos. El coletas se quejaba y, con motivo, deslizaba que los propietarios de los medios son y representan, de forma monocorde y sin fisuras, políticas entre de derechas y muy de derechas.

En ese instante conectaron con Jordi Évole, seguramente por otro motivo, pero con la polémica ya establecida la "conductora" del programa, Mamen Mendizábal rápidamente pidió su opinión al respecto. El catalán indicó en ese momento que tal afirmación le parecía una injusticia pues "De la misma forma que hay, dijo, periodistas de derechas y de izquierdas, los propietarios de los medios........"

Se hizo un silencio tenso en casas y establecimientos públicos donde estaba conectada esa cadena y  se contemplaba la emisión,  esperando conocer si, con su desparpajo habitual, Évole era capaz de decir lo que aparentemente había introducido. Pero, ¡menos mal! , le salvaron sus propios reflejos, gracias a los que recondujo el final de la frase a un apaño de explicación que sin decir nada lo indicaba todo. Dijo "...... piensan de diferentes maneras".

Le salvó la campana y se quedó a esto de ser el autor del meme ridículo más reproducido de esa semana. Yo, más aliviado, recordé aquél chiste cruel del franquismo que decía que "España es una porque si fueran dos todos nos iríamos a la otra; grande porque cabemos todos y libre porque se puede ir a misa de 12 o a misa de 1".

Efectivamente así es: la diversidad ideológica de los medios españoles nos muestra lo libres que somos al poder elegir la hora de la misa a la que, eso sí y de modo obligatorio, tenemos que acudir.

No acabó ahí el esperpento sino que la presentadora, para demostrarnos lo democráticas que son las cadenas de tv en España añadió sin que nadie lo solicitara: "Y si no, a los datos me remito, hace unos años a Pablo Iglesias no lo conocía nadie y ahora lo conoce todo el mundo".

Bien dicho, Sra. Mendizábal  porque el derecho de españoles y españolas de conocer al líder del tercer partido en apoyo electoral depende, como no, de una concesión graciable y generosa de los medios de comunicación que, en rasgos como ese, demuestran sus sólidas convicciones democráticas.

¿Y luego nos preguntamos por qué en el ranking mundial de transparencia y fiabilidad los medios españoles rozan la indigencia? Con estos mimbres ¿qué podemos esperar?

Manuel Díaz Olalla
19 mayo de 2019




martes, 19 de febrero de 2019

Venezuela: la Ayuda Humanitaria concebida para otra cosa


No se puede considerar ni denominar “Ayuda Humanitaria” al pretendido envío de productos de primera necesidad impuesto por otros países a Venezuela. Tal calificación, según el Derecho Humanitario Internacional, los Principios Humanitarios y los que rigen las relaciones internacionales, tal como se recoge en la Resolución A/RES/46/182 de la 78a sesión plenaria de Naciones Unidas de 19 de diciembre de 1991, solo puede asignarse a la ayuda que comprenda determinadas condiciones y sólo a ella.
La ayuda debe brindarse ajustada exclusivamente a las necesidades de la población en situación límite y no puede contemplar ninguna condicionalidad ni buscar otros objetivos. El objetivo de la acción humanitaria es proteger la vida y la salud y garantizar el respeto a los seres humanos (Principio de Humanidad), además de ser autónoma de los objetivos políticos, económicos, militares o de otro tipo que cualquier agente pueda tener respecto a las zonas donde se estén ejecutando medidas humanitarias (Principio de Independencia). Según parece ningún organismo independiente ha evaluado la situación de la población venezolana más castigada por la crisis y por las noticias que tenemos la condicionalidad y otros objetivos espurios están en la base de la propia y pretendida ayuda: servir de propaganda antigubernamental para cambiar el escenario político intentando crear a partir de su distribución una legitimidad paralela. Es decir que esta colaboración intempestiva se pretende por y para satisfacer otros propósitos mal disimulados y nada humanitarios de una de las partes en litigio, como es el cambio de gobierno, imponiéndosela a la otra que la rechaza, contraviniendo de esta forma las normas elementales que regulan este tipo de iniciativas internacionales. No solo eso sino que esta última evidencia nos lleva a concluir que puede generar más división, tensión y violencia, lo que es exactamente lo contrario de lo que deben buscar estas iniciativas, que no es otra cosa que salvar vidas, curar enfermedades y aliviar el dolor de las víctimas.
Para que se ponga en marcha la “Ayuda Humanitaria” debe ser solicitada por el gobierno legítimo del país afectado cuando comprende que la situación excede sus propias capacidades de solución o, en caso de que el gobierno no exista o haya colapsado, deben impulsarla los organismos de la ONU que tienen encomendada esa función. El gobierno legítimo de Venezuela es el que preside el Sr. Maduro porque así lo reconocen las Naciones Unidas, la OEA y hasta la UE-28, toda vez que los países que dentro de la Unión lo desconocen no han logrado el consenso necesario para alcanzar una postura unánime y, en este caso, aquél gobierno la rechaza por innecesaria e injerencista, señalándola como un componente más, y perfectamente planificado, del movimiento multifactorial que busca cambiar el sistema político venezolano desde el exterior. 
Los actores humanitarios no deben tomar partido en las hostilidades ni en las controversias de orden político, racial, religioso o ideológico (Principio de Neutralidad) lo que tampoco parece cumplirse en este caso pues en ningún momento se ha disimulado la preferencia de quienes la exigen y la pretenden introducir en Venezuela (particularmente USAID, el organismo de los EEUU que se dedica a la cooperación al dictado del gobierno de aquél país) por el autoproclamado presidente Guaidó. Desde los albores del humanitarismo moderno son conocidos los frecuentes intentos de las partes involucradas en los conflictos por controlar la ayuda para, de esta manera, premiar a los suyos y castigar a los contrarios, incumpliendo así otro de los principios elementales de esa misión solidaria, el de la Imparcialidad, que nos exige que la acción humanitaria deba llevarse a cabo en función de la necesidad de la población, dando prioridad a los casos más urgentes y sin hacer distinciones sobre la base de la nacionalidad, raza, sexo, creencias religiosas, clase u opinión política. Sobre el anunciado y flagrante incumplimiento de este principio por parte de quienes promueven esta iniciativa no hay que extenderse mucho más.
Hay otro aspecto que no es baladí y que también se vulnera en este caso, el del respeto a las víctimas, que contempla, entre otras cuestiones, que es gravemente atentatorio contra su dignidad el hecho de que quien proporciona la ayuda sea el que ha infligido el daño. Los países más activos en este intento de imposición de ayuda (EEUU y el denominado “grupo de Lima”) son quienes más severamente han castigado al pueblo venezolano con las sanciones y el bloqueo comercial que le aplican desde hace algunos años. Esta conclusión es general entre los observadores internacionales de la crisis y ha sido expresada muy especialmente por el expresidente del gobierno español Rodríguez Zapatero, buen conocedor de la realidad de aquél país.
No hace falta extenderse más para concluir que lo que se intenta aplicar a Venezuela con el falso señuelo de la “Ayuda Humanitaria” es uno más de los múltiples métodos que están ensayando algunos países para cambiar a su gobierno legítimo e inmiscuirse en sus asuntos internos. Quienes lo promueven no son independientes, ni neutrales en el conflicto, ni entre sus objetivos figura de forma preeminente aliviar la situación de necesidad de las personas afectadas por la crisis, pues contemplan otros objetivos más ajustados a sus intereses. Si realmente les moviera la atención a la necesidad extrema de la población, seguramente empezarían por dirigir esa ayuda a sus propios países, pues según la CEPAL Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador y Perú exceden la mortalidad infantil de Venezuela, duplicándola estos dos últimos, que son los mismos que superan en mucho la tasa de desnutrición crónica en niños de aquél país. A cualquiera le sorprende que estos mismos países se muestren tan complacientes y poco “invasivos” ante situaciones humanitarias mucho más dramáticas en la propia América Latina, como es el caso de Haití, ni que lo hayan sido en otras épocas en que la situación de Venezuela ha sido objetivamente mucho peor, precisamente cuando gobernaba la llamada oposición democrática que ahora lidera Juan Guaidó: la prensa de Caracas del 21 de noviembre de 1998 informaba que según datos de organismos internacionales en aquél país un 85% de las personas vivía en situación de pobreza total y un 45% en pobreza extrema. 
Es extraordinariamente grave que se utilice la simbología, la nomenclatura y los conceptos propios del humanitarismo para otros intereses que no sean exclusivamente la supervivencia y el bienestar de las personas: a los ojos de muchos se convierte la ayuda en sospechosa y los trabajadores humanitarios en potenciales enemigos. Las consecuencias que ello tiene y tendrá en el futuro pueden ser devastadoras y quienes sufrirán sus efectos serán los más débiles. De la misma forma que es profundamente irresponsable poner a los organismos multilaterales pensados para la paz al servicio de la guerra. La “Ayuda Humanitaria” a la fuerza que se intenta imponer ahora fue planeada en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas a propuesta del llamado “grupo de Lima” y con el insólito y entusiasta apoyo del gobierno español del Sr. Sánchez, en septiembre de 2018. Asistimos por tanto a otro capítulo de una estrategia con perfecta planificación en la que cada cual asume su papel, que no busca, como se ha dicho, prioritariamente el bienestar de los venezolanos sino el cambio de su legítimo gobierno para controlar y apoderarse de sus recursos. 
No basta con proclamar a los cuatro vientos que se rechaza una salida violenta a la crisis si se trabaja para lo contrario. Y apoyar a una de las partes, precisamente la que reclama permanentemente una sublevación militar y una invasión extranjera, como hace el autoproclamado Guaidó, en vez de sumarse a países como Uruguay o México que proponen diálogo, no es precisamente luchar por la paz y el entendimiento. Por mucha “Ayuda Humanitaria” con la que quieran disfrazar sus auténticas intenciones. 
Manuel Díaz Olalla
Sociedad Española de Medicina Humanitaria (SEMHU)
(Publicado en febrero de 2019 en el Diario Público y en Actualidad Humanitaria)