Manuel Díaz Olalla, médico y cooperante
Es justo admitir que desde la formulación de los Objetivos del Milenio (ODM) se han conseguido logros históricos en materia de reducción de la mortalidad infantil, mejora de la salud materna y lucha contra el VIH/SIDA, la malaria y otras enfermedades infecciosas. Desde 1990, las muertes infantiles susceptibles de ser evitadas disminuyeron en más del 50% a nivel mundial y la mortalidad materna cayó en un 45 % en todo el mundo. Además, las nuevas infecciones por causa del VIH/SIDA disminuyeron un 30 % entre 2000 y 2013 y más de 6,2 millones de personas se salvaron de la malaria.
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Lo más lamentable de todo es que estas muertes se pueden evitar con prevención, tratamiento asequible, educación, campañas de vacunación y programas de salud sexual y reproductiva. Porque a pesar de los llamativos logros señalados antes, las personas más pobres y vulnerables siguen sufriendo de forma desproporcionada mala salud y situaciones intolerables de precariedad en sus condiciones de vida. En la práctica totalidad de las áreas del desarrollo humano afectadas por los ODM, cuando ha ocurrido el progreso global ha sido a costa de que unos, ya sean países o grupos sociales, avancen mucho más que otros, agudizándose de esta manera y de forma clara la desigualdad.
Publicado en el diario Público y en Actualidad Humanitaria el 27 de Enero de 2016
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