sábado, 30 de abril de 2011

RESEÑA DEL LIBRO “EL ODIO A OCCIDENTE”, DE JEAN ZIEGLER


Jean Ziegler es, posiblemente, uno de los analistas de política internacional más importantes y lúcidos de la actualidad. Relator Especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación entre los años 2001 y 2008, actualmente es miembro del comité consultivo del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y Profesor de Sociología de la Universidad de Ginebra. Es, además y ante todo, una personalidad comprometida con los problemas de nuestro tiempo y sus libros y documentos conforman un compendio irrenunciable de teorías, apoyadas en su extensa experiencia en organismos internacionales, que nos ayuda a entender la compleja realidad mundial. Lo hace, además, desde una visión que llega mucho más allá que las explicaciones oficiales con que se configura el pensamiento único impuesto desde los medios de comunicación imperantes. Creo que sería iluso intentar encontrar los porqués que nos explican cómo funciona el mundo actual sin detenerse a leer muchos de los textos que recogen su pensamiento y el de otros autores igualmente sensibles a la Justicia Social y a los auténticos Derechos Humanos.

En este afán por acercarnos a ese entendimiento complejo publicó en 2008 el libro que recomendamos y que apunta, como subtítulo aclaratorio de lo que en él se deduce, que “para ser libres, los pueblos del Sur necesitan recuperar su identidad y memoria”. El hilo expositivo, como se ve, está planteado con claridad: el mundo en desarrollo, los países pobres, los que se quedan permanentemente fuera de ese orden mundial que les imponen, “odia” al mundo opulento que representa Occidente. Y en esta situación justificada encuentra muchas explicaciones a acontecimientos que ocurren cada día y que, lejos de esta óptica, resultarían inexplicables para la inmensa mayoría de ciudadanos que sólo bebe en las fuentes del poder. Hay que entender, como el autor hace, que ese rencor, esa pasión intransigente, está viva en la actualidad en muchos pueblos del Sur, y actúa como una poderosa fuerza de movilización. Los Estados occidentales practican lo que  Duverger llama el fascismo exterior, es decir, constituyen auténticas democracias en el interior de sus territorios pero esos valores se detienen en sus fronteras. Y no sólo eso sino que con frecuencia apoyan y estimulan en los demás países regímenes autoritarios, corruptos y carentes de cualquier respeto por los derechos elementales de la gente. Occidente permanece ciego y sordo, empeñado en su etnocentrismo, al sufrimiento de los pueblos del Sur y a sus justas  reivindicaciones de excusas y reparación.
 
Desde este punto de vista distingue con claridad el “odio razonado”, cuyo aspecto más elocuente lo hemos podido observar en los ojos y los puños de los miles de personas que han forzado el cambio político recientemente en Túnez y Egipto, del “odio patológico”, aberración despreciable sentida por los que, bebiendo en las mismas afrentas históricas, son capaces de cometer barbaridades como los atentados del 11-S de 2001 en Nueva York. Y desde esa óptica Occidente no debe perder de vista que ese odio expresado en algunos países árabes en las última semanas va dirigido, no sólo contra sus gobernantes, sino también contra los países occidentales que han sostenido en el poder y por su propio interés a esos regímenes corruptos. Perder esa perspectiva sería errar fatalmente en el diagnóstico.

Ziegler desmenuza las raíces de ese conflicto, quizás el de las civilizaciones, para encontrar con nitidez sus justificaciones históricas: la trata de esclavos de la época colonial, todas las afrentas y el expolio a los pueblos cometido a continuación contra los países colonizados, hasta llegar a nuestro días en que, con nuevo formato, la explotación basada en las injustas relaciones económicas internacionales somete a millones de personas en el mundo con esta nueva versión del colonialismo más feroz. Adorna sus puntos de vista con “casos reales” en los que encuentra la argumentación exacta de esta situación insostenible, como son el caso de Nigeria, “la fábrica del odio”, y el de Bolivia, así como con lamentables sucesos recientes que ahondan aún más la frontera y el agravio, tales como la frustrada conferencia mundial contra el Racismo celebrada en Durban en 2001 y algunas visitas de Sarkozy a África.

Y con todo ello, a pesar de todo, no es un libro para la desesperanza. En sus páginas se dibuja imperceptiblemente junto a cada desencuentro el camino que se puede recorrer para evitar que ese odio basado en la memoria de los pueblos y en las injusticias actuales acabe definitivamente con las civilizaciones. Con todas.

Un libro indispensable, si me lo permiten, para entender de verdad este mundo. Ojalá que quienes dirigen la política internacional tuvieran tiempo de leerlo y reflexionar sobre sus mensajes.


                                                                                               José Manuel Díaz Olalla

 (Publicado en la Revista "Temas para el debate", Marzo de 2011)