miércoles, 26 de noviembre de 2008

Falacias ecológicas en tiempo de crisis

La falacia ecológica es un tipo de error en la argumentación basado en una equivocada interpretación de los datos estadísticos. Lo comete quien infiere la naturaleza o alguna característica de los individuos a partir de las estadísticas agregadas del grupo al que dichos individuos pertenecen. Es decir, cuando se da por supuesto que todos los miembros de un grupo muestran las mismas características del mismo.

En la vida cotidiana incurrimos continuamente en estos “excesos” de interpretación. Los estereotipos, por ejemplo, son un tipo de falacia ecológica muy extendida: por el hecho de pertenecer a un grupo, se aplica falazmente a un individuo alguna de las características "típicas" del grupo en general (como considerar que cualquier persona por ser alemán sea exageradamente racional o por ser catalán, ahorrador en extremo).

Los estudios epidemiológicos se formulan con frecuencia, y se asume que así sea, desde esos mismos planteamientos metodológicos. Es una necesidad tolerada cuando las limitaciones de las fuentes de información impiden conocer características individuales de todas y cada una de las personas que residen en un territorio. Así ocurre, por ejemplo, cuando por las restricciones legales de las estadísticas oficiales de mortalidad sólo podemos acceder a información agregada de las personas que residen en el lugar donde vivía la persona que falleció (provincia, municipio o distrito si este es lo suficientemente grande), pero nunca a características personales individuales de los que murieron (situación laboral, clase social, grado escolar, etc). Se adjudica, entonces, a cada uno de ellos los promedios territoriales conocidos de cualquier factor socioeconómico que queramos estudiar. En estas aproximaciones a la realidad se olvida frecuentemente, además, que cuando se mide un rasgo individual se está midiendo una cosa diferente que cuando se verifica esa misma característica a nivel colectivo.

En el Estudio de Salud de la Ciudad de Madrid, cuyo interés y demanda en la página web de Madrid Salud ha desbordado cualquier previsión por optimista que fuera, se “cometen” permanentemente estos “errores”. Así, cuando se analiza a nivel de un distrito municipal la proporción de parados, la renta media o la tasa de prevalencia de tuberculosis y se correlacionan unos datos con otros buscando posibles explicaciones a los problemas de salud encontrados, nos estamos dejando llevar por este razonamiento. Tratamos la información como si cada individuo de ese territorio estuviera “afectado” por igual y en esa magnitud por alguna de esas características grupales (desempleo, baja renta o tuberculosis).

A pesar de que existen opiniones encontradas en la comunidad científica pocos discuten que, aunque cometamos un “atrevimiento” al dar por sentado que una relación observada en agrupaciones de personas también se verifica en los individuos, este no puede invalidar los estudios que miden variables a nivel grupal. Destacados autores (como Susser) (1) opinan que esos estudios, lejos de estar basados en una falacia, son poderosas herramientas de la salud pública y han producido cuantiosos conocimientos que están plenamente vigentes. Desde el punto de vista conceptual quienes defienden con fruición la plena validez de los mismos (Silva, o Evans y Stoddart, por ejemplo) (2) (3), rechazan que sus conclusiones sean fruto de planteamientos erróneos, resaltan que las “variables ecológicas” son vitales para el examen de los efectos estructurales sobre la salud, cualquiera que sea su naturaleza y enfatizan el valor global de las circunstancias que afectan a un grupo, independientemente de que un individuo concreto las padezca o no. Si uno vive en un barrio marginal, dicen, aunque pueda llevar un nivel de vida muy superior al de la mayoría de la población, se verá afectado también por los mismos condicionantes externos, sociales y económicos, nocivos para la salud, que influyen en los demás individuos.

Vivimos tiempos de crisis y cualquier problema tiende a volverse transmisible en la aldea global. Las circunstancias que atravesamos y las que vendrán serán muy negativas para la vida, el bienestar y la salud de muchas personas. En especial para los grupos de población más vulnerables. Es decir, para los individuos que componen esos grupos. Los expertos advierten de que el impacto de esas condiciones adversas (menos ingresos familiares, paro laboral, conflictividad social, incremento del rechazo a los inmigrantes, etc) se observará sin duda en las personas afectadas por ellas, en forma de problemas de salud mental, malnutrición en niños y mayores (tanto desnutrición como obesidad), incremento de las adicciones a ciertos productos, resurgimiento de determinadas enfermedades infecciosas, etc.




Pero debemos pensar también que si eso es así para algunos, en realidad nadie está a salvo. Es igual que creamos que nuestro trabajo no corre peligro, que no es posible que se rebajen notablemente nuestras percepciones económicas, que nos veamos impulsados hacia “abajo” en la escala de la clase social o que alguien, o algo, pueda amenazar de manera importante nuestro notable nivel de vida. Todo eso pierde su importancia y su efecto protector de forma clara si el entorno humano, la comunidad con la que compartimos muchos factores que también condicionan nuestra salud y nuestro bienestar, no tiene tanta suerte como nosotros. Y aquí no valen falacias. Como en la explicación de la validez de los estudios epidemiológicos de base ecológica, debemos plantearnos que lo que afecta a la mayoría repercute ineludiblemente en nosotros. No se puede vivir en una isla cuando compartimos tanto.

Malos tiempos, por lo tanto, para el bienestar y para la salud de todos. Por ello es el momento de que desde instituciones de salud como la nuestra nos preparemos para enseñar a la gente a hacer frente a las circunstancias adversas. Pero a todos: a los que les puedan afectar personalmente y a los que no.

Porque nadie va a quedar, del todo, indemne.

Manuel Díaz Olalla
Noviembre 2008
(Publicado en los bloges de Madrid Salud y de la Fundación Sistema)
………………………………………………………………………………………….....
(1) Susser M (1994). The logic in ecological: I. The logic of analysis. American Journal of Public Health 84: 825-829
(2) Silva LC (1997). Cultura estadística e investigación científica., 177-182 Edit. Díaz de Santos. Madrid
(3) Evans RG, Stoddart GL (1990). Producing health, consuming health care. Social Science and Medicine 31: 1347-1363.
Foto: Spencer Platt, (agencia Getty Images). Beirut, Premio World Press Photo 2006

No hay comentarios: