miércoles, 4 de junio de 2025

Nueva entrada en el Blog "Hacinas ya no es Hacinas...": "Quien te conoció ciruelo"




Fuente: FB Salvador Cerezo

Nos dejamos fascinar por lo que viene de fuera, personas o cosas, mientras desdeñamos lo que nace o se hace en el terruño. Así somos, no me digan que no. En especial si lo foráneo no es pobre o de factura sencilla. Si no lo es, lo que llega nos embruja de tal modo que no pensamos que la cotidianidad que nos rodea lo puede superar con creces.  

Esta evidencia, consustancial a la naturaleza humana, empuja a muchos vanidosos y acomplejados a abdicar de su origen y hasta a falsearlo si las circunstancias les pone en esa tesitura. 
 
“Quien te conoció ciruelo y hoy Santo Cristo te ve” exclamaba mi padre, con sorna, ante la presencia de quien, tras alcanzar cierta relevancia pública, renegaba de su origen, como el apóstol Pedro, especialmente si la procedencia era humilde o modesta. Indagando sobre el fundamento de esa expresión popular llegué al conocimiento de la fábula que la sustenta, que no es otra que la del hortelano que vendió ese árbol frutal que adornaba su huerta al cura del lugar, quien se lo entregó a un artesano para que, de aquel leño fértil, aunque informe, hiciera surgir, oh maravilla, la imagen mística de Jesús crucificado. 

Pues bien, según la leyenda, cuando estuvo terminada y ubicada en una esquina del altar de la iglesia de aquel lejano lugar acertó a pasar por allí el horticultor que fue propietario de la materia prima con que se confeccionó, el que, mirándolo fijamente y algo confundido ante el realismo de sus facciones no pudo hacer otra cosa que exclamar la aludida expresión que figura más arriba, a la que añadió, recordando los escasos y amargos frutos que le proporcionaba en su vida vegetal, “los milagros que tú hagas que me los cuelguen a mí”.

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