viernes, 25 de junio de 2010

Reseña del Libro: “TRANSFERENCIAS MONETARIAS CONDICIONADAS. REDUCCIÓN DE LA POBREZA ACTUAL Y FUTURA”



Este informe del Banco Mundial sobre investigaciones relativas a las políticas de desarrollo que se realizan en todo el mundo con sus fondos se enmarca en la difícil, pero apasionante, tarea de averiguar si lo que hacen los agentes de cooperación sirve para alcanzar las metas que se proponen o, al menos, si vale para algo. Es una labor ardua que ha preocupado siempre a cooperantes, donantes de fondos, beneficiarios y, en un contexto más amplio en este marco actual de crisis económica, al público en general.

Hay pocos estudios que aporten con claridad luz a la hora de evaluar el impacto de estas políticas en la vida de la gente y, cuando lo que persiguen es reducir la pobreza, en el bienestar de los más desfavorecidos del mundo.

Desde las históricas y desalentadoras primeras evaluaciones serias realizadas sobre el impacto del trabajo de la ONG’s de desarrollo (Gran Bretaña 1990-1992; Países Bajos 1990-1991; Suecia 1994-1995) en las que se evidenció que las intervenciones realizadas tenían valor a la hora de alcanzar objetivos locales e inmediatos pero contribuían muy poco a alcanzar los más globales de reducción de la pobreza (comprendida en su sentido multifactorial) o de empoderamiento de los más pobres (consultar a este respecto el libro “Compasión y cálculo” de David Sogge -ed.-, en Editorial Icaria, 1996), no se había realizado un trabajo tan interesante como este. Por ello su lectura es indispensable para quienes trabajan en cooperación desde cualquiera de sus áreas (multilateral, gubernamental, ONG’s) y desean conocer, desde el abordaje científico, la eficacia y el auténtico alcance de sus esfuerzos.
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Las Transferencias Monetarias Condicionadas (TMC) son un conjunto de programas puestos en marcha por el Banco Mundial desde 1997 en diferentes países en desarrollo. Aunque con diferentes formatos y denominaciones, participan todos de la misma filosofía: se realiza un aporte monetario periódico a familias pobres a condición de que estas inviertan en el capital humano que son sus hijos. Esta inversión debe realizarse, y demostrarse, cumpliendo un determinado número de visitas al sistema sanitario en los menores de 6 años (revisiones, valoración de la situación nutricional, vacunaciones, etc) y asistiendo a la escuela un mínimo del 85% del horario lectivo que conforma el calendario escolar hasta los 15 años.

Lo que empezó siendo una experiencia piloto hoy se ha convertido en una gran iniciativa de programa marco de protección social a escala global ya que, y por poner algún ejemplo, con esta iniciativa se atiende ya a 5 millones de familias en México y a 11 millones en Brasil, ascendiendo sus costos en ambos países a más del 0,5% de sus respectivos PIB. En la medida que la iniciativa crece en los países en que se implantó ante la inacción histórica de sus gobiernos, y se incorporan otros nuevos (en especial en el sudeste asiático) surge la inquietud y el interés por conocer si en realidad estos programas cumplen sus objetivos de reducción de la desigualdad, de interrupción del círculo inexorable de la pobreza (que en esos niveles de abandono adquiere características de transmisión familiar intergeneracional), de promoción de la salud, la nutrición y la escolaridad y, en una perspectiva más amplia, de contribución a los países para alcanzar los Objetivos del Milenio.

Como en las películas de intriga no es conveniente que nadie revele el final antes de tiempo siendo recomendable que quienes están interesados en estos temas contemplen el film completo, es decir, no renuncien a la lectura detallada del informe, pero sin ánimo de aguarles ese deleite del análisis pormenorizado se puede avanzar que, en relación a los aspectos que se han medido para verificar la eficacia de las acciones, estas parecen bastante exitosas a la hora de promover el consumo en las familias beneficiarias y la utilización de los servicios sanitarios y educativos, pero lo son menos en el impacto en la salud de los niños y en su aprendizaje.

Es entonces cuando los evaluadores independientes que lo han elaborado desgranan los motivos que pueden justificar esta aparente falta de eficacia, entre los que destacan la baja calidad de esos servicios o el efecto nocivo de un entorno adverso (abandono familiar, falta de saneamiento ambiental, etc) que no es capaz de enjugarse por la mera asistencia de los niños a la escuela o al consultorio. Se concluye por ello que es imprescindible que estos programas sean complementados por otras iniciativas públicas tan necesarias como ausentes en estos países. De hecho uno de los efectos secundarios más notables de las TMC es el impulso que han dado a otras iniciativas de protección social en los países participantes y en el interés generado de mejorar la evaluación seria de los resultados de los programas sociales.

Resulta muy llamativo que instituciones tan responsables de las injustas relaciones económicas internacionales, como el Banco Mundial, pongan tanto énfasis en mitigar el efecto en la desigualdad y en la generación de pobreza que ellas mismas provocan con sus acciones. Es muy encomiable que lo hagan y no se puede dudar del altruismo y el valor de iniciativas tan importantes como la analizada, pero también sería iluso no reconocer que objetivos como el comentado incentivo del consumo están detrás del impulso de las mismas. Un consumo que reactive la economía para que el sistema se siga retroalimentando. No esconde el informe este interés y repetidamente advierte que su filosofía es la del crecimiento económico dejando a las políticas públicas la misión de remediar los “fallos del mercado”. Así llaman, y les vale el eufemismo, al incremento del número de pobres en el mundo y al aumento de las brechas que separan, implacablemente, a unos de otros.

En resumen, se trata de un libro imprescindible para quienes trabajan en cooperación cuyas conclusiones son también trasladables a nuestro mundo opulento. No se debe olvidar que iniciativas parecidas a esta se aplican también en nuestros países. Así, se practican en España con transferencias como la renta mínima de inserción, cuyo desembolso se liga, generalmente, a la participación de los beneficiarios en diferentes actividades relacionadas con la mejora de sus condiciones de vida, tales como la alfabetización.

Para quienes, modestamente, hemos participado en la evaluación parcial de alguna de estas iniciativas del Banco Mundial (Programa “Red Solidaria”, El Salvador, 2008), es un placer poder acercarse a una visión global de sus resultados como la que ofrece este interesantísimo informe y compartirla con ustedes.


José Manuel Díaz Olalla
(Publicado en la revista "Temas para el Debate", Marzo de 2010)

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