martes, 14 de agosto de 2018

Cooperación en salud en situaciones de emergencias: revisando conceptos

Foto Manuel Díaz Olalla. Goma, Zaire, julio 1994

La Acción Humanitaria es una modalidad de la Ayuda Oficial al Desarrollo, diferente a la cooperación internacional y a la sensibilización, aunque relacionada con ellas. Tiene sus propias características y los actores que intervienen en ella respetan los Principios Humanitarios, que emanan del Derecho Humanitario Internacional (humanidad, independencia, universalidad, imparcialidad, competencia). Los escenarios naturales de este tipo de intervención son los desastres naturales, la violencia y la guerra, las epidemias y las situaciones en que una gran cantidad de personas están excluidas de cualquier atención de salud formal.

Las intervenciones de estas características se desarrollan exclusivamente con el objeto de asegurar la supervivencia de la población afectada (en sentido amplio: “salvar las vidas, curar las enfermedades, aliviar el dolor”) y no pueden ser objeto ni de trueque ni de devolución, como sí pueden serlo las otras modalidades de la cooperación internacional.

Desde el punto de vista técnico, una intervención de emergencia se hace necesaria cuando los sistemas locales de atención han colapsado como efecto del evento que provocó la emergencia o son incapaces de atender las incrementadas necesidades de la población afectada. El objeto inmediato de las mismas es mantener la mortalidad y la morbilidad de los afectados en los mínimos posibles.

La emergencia compleja es la que involucra importantes movimientos de la población, muchas veces como resultado de la guerra o la violencia (los desastres naturales raramente provocan esos éxodos), perdiendo servicios y medios de subsistencia, apareciendo en ese contexto con mucha frecuencia hambruna y epidemias de enfermedades transmisibles que provocan mucha mortalidad y carga de enfermedad entre los afectados.

 La salud y las probabilidades de supervivencia de una población que vive una situación de emergencia se ven muy determinadas por los sucesos que acontecen en las horas sucesivas, el impacto y la naturaleza del evento que lo provocó, los servicios de que disfrutaban las personas y su situación basal (de salud, nutricional, etc). Por lo general cuando existe una destrucción grande de infraestructuras sanitarias aparecen con facilidad brotes epidémicos de enfermedades de transmisión oral-fecal (cólera, shigelosis) y de las transmitidas por vectores (malaria, dengue, tifus exantemático), mientras que si los damnificados viven hacinados en albergues o residencias temporales con frecuencia aparecen epidemias de enfermedades que se transmiten por contacto directo o por vía respiratoria (como la meningitis meningocócica o la tuberculosis pulmonar). En todo caso el colapso del sistema sanitario con frecuencia incrementa el desarrollo de enfermedades vacunales y, en general, de las crónicas bien controladas hasta ese momento.

Las necesidades más importantes en una emergencia se establecen en estos cinco ámbitos: agua y saneamiento ambiental, salud, alimentos, techo mínimo y alimentación. De entre todas, la atención al suministro de la primera se hace imprescindible desde el primer momento. Hay que destacar que es muy importante desde el comienzo mantener una visión de salud pública a medio y largo plazo para comprender cuáles serán las necesidades de la población afectada. En este sentido, la evaluación rápida de la situación (cantidad de población afectada, grado de afectación, situación basal, estado de las infraestructuras sanitarias y disponibilidad de trabajadores de la salud) es una de las aportaciones de más fundamento que se deben tomar en los primeros momentos y la puesta en marcha de actividades de control epidémico, un asunto básico para la atención. Las vacunaciones, el suministro de agua tratada, la eliminación de excretas, el tratamiento de los problemas de salud que se presenten, tanto si son transmisibles como si no lo son, la lucha antivectorial y la vigilancia epidemiológica son actividades de primera línea que casi siempre hay que acometer para la adecuada atención a la población. Esa atención debe ser siempre de calidad y existen múltiples manuales surgidos de los consensos y la experiencia de todos los actores involucrados (agencias de ONU, ONG’s, clúster de salud, autoridades locales) en los que se detalla lo que debe ser una intervención humanitaria adecuada (normas mínimas).

Con frecuencia en todos los ámbitos de la cooperación, incluido en el de la salud, la atención aguda, la inmediata, la que tiene que ver con el socorro y el rescate, es, para muchos, la básica para la población afectada. Se olvida por ello la visión a medio plazo y las necesidades de los que no sufrieron los peores efectos del embate agudo pero que han visto muy mermadas sus fuerzas y sus capacidades. Ese momento es solo el inicio de un ciclo que determinará el tipo  intervención, que será cambiante en el tiempo: se trata del continuum y asegura que después de la respuesta inmediata debe seguir la rehabilitación, la reconstrucción, la prevención de riesgos y la mitigación.

El abordaje de las emergencias desde el punto de vista preventivo requiere comprender que la vulnerabilidad de la población es un elemento que se combate incrementando las capacidades de  la misma, tanto por la formación específica como acometiendo políticas adecuadas desde los Estados. En todo caso la escasez o precariedad de los servicios públicos es un factor de riesgo muy importante para la población que recibe el impacto de un fenómeno natural o de la violencia.

La aparición de determinados brotes infecciosos también está relacionada con el tipo de fenómeno que provoca la emergencia, si bien en las emergencias complejas son siempre más frecuentes. En general y refiriéndonos a los naturales, los que producen más mortalidad inmediata son los terremotos y los tsunamis, mayor cantidad de heridos los primeros y  mayor probabilidad de hambrunas los segundos y aquéllos en los que se dan grandes desplazamientos de población (población desplazada o refugiada). Casi todas las víctimas de los conflictos registrados en los últimos decenios en África son el resultado inmediato del desplazamiento masivo de población y la hambruna. La mayoría de ellos fallecieron, además de por la desnutrición, por diarreas, infecciones respiratorias, sarampión y paludismo (80-90% de las víctimas).

La cooperación en situaciones de emergencia debe incluir con frecuencia, además de la atención urgente (asistencia a los heridos, cuidados traumatológicos y quirúrgicos), la psicológica (el estrés post-traumático), la ginecológica y la de salud pública, como ya se dijo. A medio plazo, y en la medida en que pudieran aparecer los problemas infecciosos, frecuentemente en forma de epidemias, y se descompensaran los crónicos previamente controlados, la escasez de alimentos puede producir desnutrición que a veces es grave, en especial en el caso de los niños. Por ello es muy conveniente monitorizar la situación ponderal de los pequeños, al menos a través de alguna encuesta a una muestra de los que acuden al sistema de salud. La medida del perímetro braquial (MUAC), primero y el cálculo de los indicadores de peso para la talla, talla para la edad y peso para la edad podrán informar sobre si existe una situación grave de desnutrición en cualquiera de sus formas (marasmo, kwashiorkor) y cuál era la situación previa, así como determinar si se debe hacer una intervención comunitaria en el ámbito de la distribución de alimentos, además de  la detección y el tratamiento enérgico de los casos de desnutrición.


Manuel Díaz Olalla
Introducción a la sesión del mismo nombre de la II edición del curso "Salud global y cooperación internacional", ENS
Abril, 2018


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